LLAMADA a la ACCIÓN!
...una declaración en evolución, que seguiremos enriqueciendo a medida que más personas se unan al grupo y aporten su experiencia y sus ideas...
...una declaración en evolución, que seguiremos enriqueciendo a medida que más personas se unan al grupo y aporten su experiencia y sus ideas...
Nosotros, los autores y firmantes de esta LLAMADA, procedemos de diversos continentes, culturas y entornos políticos. Independientemente de la edad, lo que nos convierte en «Mayores» es nuestro sentido compartido de responsabilidad social y moral y nuestro compromiso de no seguir siendo testigos pasivos de los desastres y los crecientes riesgos existenciales que tienen su origen en el militarismo.
El militarismo —la glorificación, la expansión sin fin y el uso agresivo del poder militar y la violencia armada— tiene un enorme impacto en las personas y la naturaleza y nos hace a todos profundamente inseguros. El derecho internacional y la justicia son pisoteados por guerras, golpes de Estado, dictaduras, represiones violentas y "estados de excepción" que justifican operaciones militares fuera y dentro del país. El impacto físico en las personas, que ahora se transmite sin precedentes a través de las redes sociales, es horrendo y continúa mucho después de los conflictos, a través de enfermedades, discapacidades y la desintegración de las familias. Se pierden la memoria, el trabajo y la identidad de las personas, se destruyen monumentos históricos y valores culturales. La humanidad misma se ve disminuida, como lo demuestra la crueldad y el capricho de los soldados que cometen atrocidades sobre los cuerpos de los "otros".
El militarismo afecta a las generaciones futuras. A través del cabildeo y la corrupción, se desvían recursos de la diplomacia, el bien colectivo y la prevención de daños a la naturaleza. El capitalismo financiero sigue privatizando los beneficios y socializando los costes, mientras que los «presupuestos de seguridad» eluden todas las regulaciones y nutren fondos secretos para mantener el poder. El impacto en la naturaleza es inmenso, ya que el militarismo habilita el extractivismo y, al mismo tiempo, lo requiere sistemáticamente para su perpetuación. A su vez, el extractivismo tiene un impacto en todos los seres vivos y en las funciones ecosistémicas, por lo que, inevitablemente, tendrá otras repercusiones en las personas.
El secreto es esencial para el militarismo. La información clasificada es para unos pocos que mantienen un cuasi monopolio sobre medios atroces de letalidad, vigilancia y control, incluyendo vínculos con el submundo del tráfico de drogas y armas. Mientras tanto, los medios de comunicación crean y normalizan narrativas polarizadas, oscurecen la historia y vilipendian a enemigos «irredimibles». Sorprendentemente, nunca piden responsabilidades por las debacles militares que ensucian el mundo desde la Segunda Guerra Mundial.
El complejo militar-industrial, respaldado por intereses financieros, mediáticos y políticos omnipresentes, es el sistema autojustificado, autosuficiente y autorregenerador que perpetúa el militarismo. Sabemos que mantiene sistemas de poder oligárquicos y desigualdades económicas grotescas, no pocas veces basados en la corrupción. Sabemos que representa un riesgo existencial sin precedentes para la humanidad, ya que puede conducir a nuestra aniquilación por una guerra nuclear y un invierno nuclear, ya sea por diseño, error humano o mal funcionamiento técnico. Sin embargo, muchos entre nosotros siguen siendo testigos pasivos, ya que la cultura hegemónica del militarismo es un contaminante en todo el aire que respiramos.
La historia del imperialismo y del colonialismo está repleta de patrones de apuestas militares y corrupción política que generan inmensa miseria para muchos y fortunas para unos pocos. Hoy en día, mientras se masacra a personas, se degrada la naturaleza y el militarismo recompensa a sus partidarios, una enorme brecha separa cada vez más a los superricos de los miles de millones de desposeídos. Los superricos creen que ellos se salvaran. Aquellos con más experiencia, o corazón, insisten en que todos deben ser salvados. Pero, ¿cómo? ¿Cómo podemos revertir el desperdicio, la violencia y la codicia generalizados?
Nuestro primer acto de liberación es tomar conciencia de la «niebla del militarismo». Al principio, nuestra familia, etnia y país nos dividen en grupos separados (clase, raza, género, religión, nación, orientalismos...) justificando la «defensa» contra las amenazas de los «otros». Más tarde, nuestro consentimiento es fabricado por la educación, los medios de comunicación, el entretenimiento y el discurso político, y reforzado por las condiciones materiales de desigualdad (sistemas disciplinarios, «puestos de trabajo») y poder (decisiones políticas, operaciones encubiertas, poder financiero). Casi nunca se nos ayuda a pensar críticamente sobre cuestiones políticas, a apreciar sinceramente las opiniones plurales, a gestionar creativamente los conflictos y a fomentar la paz.
No creemos ingenuamente que los conflictos desaparecerán. Pero tampoco que la arrogancia del militarismo garantiza la seguridad. La verdadera seguridad requiere un cambio sistémico. Los seres humanos pueden ser egoístas y violentos, pero también tienen un enorme potencial para ayudarse mutuamente y colaborar. Hacemos una llamada a todos para que aprovechen este potencial y comprendan que la verdadera seguridad es colectiva. Podemos hacerlo centrando la educación en nuestra humanidad compartida y en nuestro poder de organización; exigiendo transparencia y responsabilidad en la política nacional; insistiendo en las negociaciones diplomáticas y en el respeto del derecho internacional en los asuntos exteriores; convirtiendo las industrias militares en industrias pacíficas y las alianzas militares en alianzas pacíficas; regulando las corporaciones y los mercados financieros en aras del bien común; exigiendo una mayor participación de los trabajadores y los ciudadanos en las decisiones políticas; fomentando lo que mejora nuestras vidas, como la sanidad pública y los teatros, en lugar de los drones y las bombas; invirtiendo en verdadera seguridad para las generaciones futuras, desde la justicia reparadora hasta la mitigación y adaptación al cambio climático. Instamos especialmente a los medios de comunicación que denuncien nuestros enormes y crecientes presupuestos militares por lo que son: beneficios para unos pocos y miseria para muchos, ahora y en el futuro.
Los poderosos intereses del militarismo impregnan nuestras instituciones y utilizan el poder blando y el poder duro para coaccionarnos y convencernos a nosotros, el «rebaño», de la necesidad de armarnos y aceptar conflictos interminables. En solidaridad con los jóvenes que se manifiestan contra el genocidio y el ecocidio, nos comprometemos a hacer todo lo que esté en nuestra mano, desde pequeños actos individuales hasta iniciativas políticas colectivas, para marginar el militarismo y promover la seguridad colectiva mediante el desarme mutuo verificado, la diplomacia activa, la cooperación y el comercio. La seguridad colectiva se basa en la salud y el bienestar de las personas, en la integridad de la naturaleza y en instituciones capaces de acoger la diversidad. Nuestra llamada es para que todos se liberen del flagelo del militarismo, para que no se pongan límites a la paz.
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